Yacimiento de ostras fosilizadas y cristalizadas
de aproximadamente 12-15 millones de años.
Cañadón de las Ostras
Es al mar, a mis amigxs, a todo aquello que nos recorre cuando estamos ahí

Es llegar adonde queremos, es levantarse solo, no escuchar nada. También es que el sonido no cese ni en su cálido silencio. 
Es llegar a la orilla, encontrar las partículas que sostienen todo lo que deseamos. Poder levantarse fresco y sin forma, hundir los pies en la pisada: poner el pie sobre el paso, pasar de nuevo y mezclarnos.  
Es encontrar el límite indefinido.  

Qué difícil encontrarlo. La visual se torna ajena, pero igual sigo buscando. 
Es olvidarse un poco de lo malo, de no entender por qué buscamos llegar siempre ahí. Dejar entrar en plenitud todo aquello que nos desarma,y dejarse rearmar por la helada que corre la piel.

Miro la ventana y el movimiento, todos los pasos buscando escapar, ardiendo de viento, ardiendo de sol, esperando una mínima brisa de humedad que brote del desagüe infinito que es el mar que rodea. Pero la brisa no llega.

El sol quemó como un fuego eterno, como una ola de calor inacabable, empapada de metales preliminares a la vista, absorbidos de tanta energía que pensamos que íbamos a estallar. Igual llegamos. Siempre llegamos. 

Son las piedras las que mojan con todo ello que almacenan, que nos posan y dejan posar. Son las corrientes, arduas corrientes que recorremos hasta llegar.